En 2011 una iniciativa liderada por empresas, políticos y académicos urgió a la economía alemana a prepararse para el futuro próximo. Conocida como Industrie 4.0, dicha iniciativa consiguió apoyo gubernamental para preparar a la nación para la competencia del mercado del futuro mediante una “estrategia de alta tecnología”. Para 2020 se estima que la inversión anual del país germano en infraestructuras de Internet industrial sea de 40.000 millones de euros.
Pero, ¿para qué se prepara Alemania? La respuesta es un cambio en los métodos de producción, consumo y relación interpersonal cuyo detonante es el frenético avance tecnológico de las últimas décadas. Un cambio que ya ha sido declarado, entre otros por Klaus Schwab –fundador y presidente del Foro Económico Mundial- como la cuarta revolución industrial.
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Si la primera revolución industrial –la más ampliamente estudiada y reconocida- trajo consigo la producción mecánica a través de la máquina de vapor a finales del siglo XVIII, la segunda modificó transversalmente el mundo un siglo después, con la electricidad, la división del trabajo y la producción en masa. La tercera, marcada por el auge de la electrónica y la tecnología de la información, propició para 1969 la existencia de la producción automatizada.
Nadie sabe qué depara el futuro a este respecto, pero sí que la cuarta revolución industrial girará en torno a los sistemas ciberfísicos (CPS en sus siglas en inglés). Estos sistemas integrarán lo físico, lo digital y lo humano en una convergencia con un potencial que se estima casi ilimitado. Estos sistemas hundirían sus raíces en tres pilares elementales. El primero, el auge de la llamada tecnosfera. Herencia de la tercera revolución industrial, parece claro que de verdad el software se está “comiendo el mundo” como predijo Marc Andreesen, traspasando su función original de herramienta de gran utilidad.
El segundo sería la tecnología de Internet de las Cosas, por lo que la intervención humana en las comunicaciones entre dispositivos se limitaría a cuestiones de mantenimiento. El tercero, y no por ello el menos importante, sería la culminación del proceso continuo que se iniciara en la tercera revolución industrial, por el cual nuestros cuerpos se funden con la tecnología, consecuentemente adaptándose a ella.
Para Schwab, este punto de inflexión traerá consigo la pregunta de cómo afrontar el futuro. Algo que ya hay que estar preguntándose, según el mismo presidente del Foro Económico Mundial. Las diferencias entre esta y las revoluciones anteriores son esencialmente producto del avance vertiginoso de la tecnología en los últimos decenios.
Es por ello que el tiempo entre las denominadas revoluciones se acorta, y por lo que esta última no girará en torno a un solo producto o servicio, ni estará relacionado exclusivamente con un área en concreto. Schwab cree que esta revolución industrial tendrá su impacto en el mercado laboral –sobre todo en las profesiones más cualificadas-, en los negocios y las economías –con el auge del fintech y la reestructuración de todo modelo de negocio- y en los gobiernos, que tendrán que acompasarse al ritmo de la innovación, que se prevé crezca por encima de sus estructuras de poder. Todo ello plantea un abanico de posibilidades infinito, en el que se determinará si se dejan de utilizar combustibles fósiles o si nos veremos reemplazados o empoderados por la tecnología .
En suma, un mundo nuevo aguarda no mucho más adelante en el tiempo. Y no solo lo dicen los expertos, ni se tratará como tema central en la próxima conferencia de Davos, sino que también lo cree así la opinión pública. Un 75% de los encuestados en el estudio The Future of Software & Society ve factible que en 10 años se generalicen tecnologías que permitirán producir coches o hígados transplantables en impresoras 3D, implantar teléfonos móviles o tener farmacias y doctores completamente robotizados.
By BBVA Innovation Center
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