Santander, un ejemplo de ciudad
inteligente
En
Santander, norte de España, estacionar ya no es un infierno, el camión de la
basura pasa solo cuando es necesario y nadie riega sobre mojado, gracias a
tecnologías inteligentes ensayadas en colaboración con Smart cities de
todo el planeta.
En el
centro de esta pequeña ciudad, de majestuosas fachadas con grandes ventanales
orientados al mar Cantábrico, 400 sensores enterrados en la calle vigilan las
plazas de aparcamiento libres y ocupadas.
En las
intersecciones, paneles luminosos informan al automovilista si hay lugar para
estacionar. Desde hace poco, puede verlo también en un GPS.
"Una
aplicación permite además pagar con el teléfono móvil y cuando se te acaba el
tiempo puedes ampliarlo directamente sin bajar a poner monedas", explica
Cristina Muñoz, periodista de 32 años que utiliza "mucho el coche".
Cuando Luis Muñoz, investigador de la Universidad de Cantabria
(UC), propuso en 2009 a responsables municipales construir una ciudad inteligente, lo
primero que dijeron fue: "Tenemos un gran problema con el
estacionamiento", recuerda.
Aquel
proyecto pionero convirtió Santander en un laboratorio, gracias a financiación
de la Comisión Europea y de universidades tan lejanas como la de Melbourne,
mediante la instalación de casi 20.000 sensores para 175.000 habitantes.
Con un tamaño ideal para experimentar, ahora es
la ciudad más conectada de Europa "en términos de infraestructura
desplegada", asegura Luis Muñoz, mientras recibe a una delegación llegada
de Singapur, una de las ciudades que, como Boston en Estados Unidos o Aarhus en
Dinamarca, se interesaron en colaborar con ellos.
En un momento en que urbes como Londres, Tel Aviv o Barcelona
están integrando tecnología inteligente, este banco de pruebas español
participa en una docena de proyectos internacionales.
Sensores en
contenedores de residuos inorgánicos avisan cuando están llenos para su
recogida. Con 180 días de lluvia anuales, la irrigación de los parques se
activa únicamente si el suelo está seco. Y próximamente sus elegantes farolas
de hierro forjado reducirán la intensidad lumínica cuando no pase nadie.
Pero estos
ojos siempre abiertos sobre la ciudad suscitan también debate sobre la
protección de datos individuales y la seguridad contra ciberataques, reconoce
el alcalde, Íñigo de la Serna. Incluso, sobre el posible impacto de las ondas
wifi en la salud.
Cada vez más inteligente
Con su perenne sonrisa, Ángel Benito ordena el
escaparate de su zapatería. Sobre el cristal, hay un código QR que este
comerciante de 49 años fue el primero en colocar en 2012.
Ahora
existen 1.500 en la ciudad, que, escaneados con un teléfono móvil, ofrecen
información sobre cada tienda y un enlace a su venta en línea.
"El
cliente conoce nuestro horario, nuestros productos (...) promociones
puntuales", dice, recordando que le sirvió incluso para vender zapatos a
un turista que visitó Santander en domingo.
Una aplicación de realidad aumentada permite
localizar comercios, transportes, bibliotecas o ambulatorios en la zona con un
simple pantallazo del teléfono. Otra informa a los usuarios de su consumo de
agua en tiempo real, y envía una alerta a su móvil en caso de fuga.
Pero
investigadores y empresas no son los únicos en desarrollar utilizaciones.
La
universidad organiza encuentros con los ciudadanos para escuchar sus ideas y
ayudarlos a realizarlas, como una embarazada que creó una aplicación para
definir rutas óptimas con el carrito del bebé o un vecino que desarrolló un
localizador de paradas de taxis para relojes inteligentes.
No
obstante, la mayoría de santanderinos desconocen la vida inteligente de esta
ciudad constantemente sobrevolada por chillonas gaviotas.
Algunos utilizan solo una aplicación que indica
la hora de paso de un ómnibus por su parada. Otros, ni eso.
"Lo
tienen que dar más a conocer, porque yo no tenía ni idea, y la gente mayor, que
es la que más usa autobuses tampoco lo va a conocer", lamenta Marina
García, estudiante de 19 años que espera en una parada con su abuela.
Los habitantes
ignoran también que conectándose a la supercomputadora Altamira de la UC,
investigadores japoneses de Osaka experimentan actualmente con sensores de
Santander.
Esta
colaboración "nos permite utilizar tecnologías que ellos tienen y nosotros
no", dice Muñoz.
Todo para
alcanzar verdadera inteligencia: "por ejemplo, si hay una rotura del
suelo, la ciudad inteligente debiera incrementar la luz en esa calle, enviar
una alarma a los ciudadanos, desviar el tráfico automáticamente" sin
intervención humana, concluye el alcalde.
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