La
globalización es un concepto que pretende definir la realidad de nuestro
planeta como un todo conectado, que se va pareciendo más a una sola sociedad,
más allá de fronteras nacionales, diferencias étnicas y religiosas, ideologías
políticas y condiciones socio-económicas o culturales. Ésta consiste en la
ampliación de la dependencia económica, cultural y política de los países del
mundo, la cual es originada por el aumento insólito de la actividad
internacional, el comercio mundial de bienes y servicios, el flujo de
capitales, así como el avance de los medios de transporte, y el uso de las
nuevas tecnológicas de información y comunicación (tecnologías satelitales y
especialmente, de la Internet).
En
un principio la globalización era solamente considerada en el ámbito de la
economía. Debido a que el comercio y mercado capital fue aumentando poco a
poco, las economías de las naciones, cada vez estaban más entrelazadas, existía
una mayor libertad de los mercados e intercambios de productos. Sin embrago,
hoy en día la globalización además de enfocarse en la economía, también lo hace
en la innovación tecnológica, el ocio y cambios en la justicia.
La
desglobalización en cambio es el proceso de disminución de la interdependencia
y la integración entre ciertas unidades en todo el mundo, por lo general en los
estados-nación. Es ampliamente utilizado para describir los periodos de la
historia económica, cuando el comercio y la inversión entre países disminuyen.
La
desglobalización no es un sinónimo de retirarse de la economía mundial. Ella
implica un proceso de reestructuración del sistema económico y político mundial
para que fortalezca la capacidad de las economías locales y nacionales en lugar
de degradarlas.
LAS FUERZAS DE LA DESGLOBALIZACIÓN
El
voto a favor del Brexit en el Reino Unido; el ascenso de Donald Trump; el
crecimiento de movimientos como Podemos en España; Cinco Estrellas en Italia, y
el Frente Nacionalista de Marine Le Pen en Francia tienen un común denominador:
ven en el libre comercio y la globalización una de las razones principales del
descontento de muchos ciudadanos.
El
rechazo a la globalización y la resistencia al libre comercio no es exclusivo
de los políticos más radicales, el Partido Demócrata en Estados Unidos, en
plena campaña política, también ha expresado su rechazo a nuevos acuerdos
comerciales como el Trans-Pacific Partnership (Acuerdo de Asociación
Transpacífico —TPP, por su sigla en inglés—), y Hillary Clinton no se
caracteriza por ser una gran defensora del libre comercio.
En
términos de teoría económica y en la práctica también, el libre comercio y la
globalización sin duda han tenido un impacto positivo en el crecimiento
económico global y han contribuido a que millones de personas en el mundo
emergente dejen la pobreza; no obstante, la globalización también ha dejado
damnificados.
A
partir de la segunda mitad de la década de los 80, cuando comenzó la más
reciente era de apertura económica, la globalización permitió que Estados
Unidos y otros países desarrollados se convirtieran en grandes consumidores de
bienes y servicios, financiados por un creciente endeudamiento tanto del sector
privado como del público. Mientras tanto, los países emergentes se convirtieron
en grandes proveedores de estos bienes y servicios.
Expertos
como el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, argumentan que la apertura
económica y la globalización también trajeron un crecimiento inusitado en la
productividad manufacturera, a tal grado que el crecimiento en la oferta de
bienes manufacturados empezó a ser superior a la demanda. Esto a su vez provocó
una disminución en el empleo manufacturero, desplazando a un número muy
importante de trabajadores al sector servicios.
Stiglitz
compara esta situación con lo ocurrido a principios del siglo XX, cuando un
aumento sin precedentes en la productividad agrícola desplazó a millones de
personas del sector rural a los centros urbanos de manufactura, coincidiendo
con la Gran Depresión de 1929-1932. Stiglitz considera que el fenómeno del
desplazamiento de los empleos manufactureros al sector servicios —donde las
remuneraciones suelen ser inferiores— ha tenido como consecuencia otro grave
problema: una creciente desigualdad social.
Asimismo,
la globalización ha traído consigo un periodo de baja inflación a nivel
mundial, incluyendo un estancamiento en los salarios reales en varios países.
Para Stiglitz, los beneficios de la globalización han sido principalmente
capturados por las clases medias de los países emergentes y por las clases
altas de los países desarrollados, mientras que los más afectados han sido
aquellos en la parte baja del escalafón de las clases trabajadoras en las
economías avanzadas.
Para
evitar el peligroso ascenso de movimientos nacionalistas y personajes como
Trump, los gobiernos deben buscar mecanismos para asegurar que los beneficios
del libre comercio se distribuyan de una manera más equitativa.
Para
Stiglitz, los gobiernos de los países desarrollados deben invertir recursos
públicos para jugar un papel mucho más activo en el financiamiento de los
servicios básicos de la población como la educación y la salud, dejando en un
plano secundario la inversión en infraestructura y otros subsidios que tienen
un retorno más limitado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario