domingo, 26 de marzo de 2017

LA GLOBALIZACIÓN Y LA DESGLOBALIZACIÓN HOY EN DÍA

LA GLOBALIZACIÓN 

LA DESGLOBALIZACIÓN

HOY EN DÍA




GLOBALIZACIÓN: ¿ QUÉ ES?

                      


DESGLOBALIZACIÓN: ¿ QUÉ ES?

"El concepto de globalización se refiere a la desaparición de las barreras económicas y comerciales en todo el mundo y a la internacionalización masiva de las grandes empresas, capaces de deslocalizar su producción en un abrir y cerrar de ojos.

Es decir la desglobalización puede definirse como un proceso de disminución de la interdependencia y la interrelación entre los agentes económicos y entre los Estados. En otras palabras, es una fuerza que tiende a revertir la hasta ahora creciente integración del mundo."

HISPAN TV 



¿ PERO QUÉ ESTA PASANDO HOY CON EL MUNDO ?

La llamada “crisis del globalismo” o “desglobalización” se observa y plantea por muchos intelectuales a partir de que los actores e intereses globalistas pierden el control del Gran Bretaña y la City de Londres y por lo tanto, de la capacidad de influencia sobre la Unión Europea (UE). Este proceso se inicia con la pérdida del referéndum por la permanencia o no en la UE de Gran Bretaña, donde gana el Brexit, la salida de la UE. Hecho que se expresa en una diferencia de menos del 2% y que se explica por el voto de los obreros blancos industriales del norte de Inglaterra y la decisión de la Corona Británica de apoyar el Brexit.

El otro hecho es la perdida por parte del Globalismo Financiero de la city financiera de Nueva York (Wall Street), del control e influencia sobre el gobierno de los EE.UU. con el triunfo de Donald Trump, aunque momentáneamente mantiene el control de la política monetaria de la Reserva Federal.
Estos dos hechos marcan y delimitan el inicio del debate acerca de la globalización/desglobalización. Pero la llegada de Trump al gobierno de EEUU, observado por sus decisiones de gobierno, muestran una política que expresa una orientación hacia un nacionalismo industrialista anti-oligarquía financiera global (contra China y salida de los TPP) y anti-oligarquía financiera Continentalista (contra México y salida del TLCAN).
Un nacionalismo industrialista que plantea la relocalización de las inve
rsiones industriales en EE.UU. y salida de los países emergentes. La reversión del proceso iniciado en 1991-94.
Una política industrialista que rememora a aquella que se desarrolló durante la segunda guerra mundial, en la cual EE.UU. participó como gran proveedor de bienes industriales haciendo saltar en escala su proceso de industrialización hasta diciembre de 1942 y que solo ingreso a la guerra directa cuando esta estaba definida por el agotamiento de ambos bandos, que dejo a EE.UU. como el gran vencedor de Occidente, que le permitió subordinar a Gran Bretaña e imponer el dólar como moneda dominante en su órbita. EE.UU. sale de la segunda guerra mundial, que fue el modo de resolver la crisis/guerra financiera de 1929, como la gran potencia capitalista imperialista y se planta como un nacionalismo industrialista expansivo imperialista. Que era, como fue planteado en su tiempo, un Continentalismo imperialista enfrentado al Continentalismo soviético.
Los EE.UU de Trump tienen muy grandes obstáculos para que pueda hacer realidad su plan de nacionalismo industrialista antioligárquico financiero, lo cual plantea la realidad de la profundización de la lucha y crisis económica como lucha y crisis institucional política.
Incluso cuando el presidente de China, Xi Jinping, en Davos se yergue como la personificación del globalismo, es decir, de todos los globalismos en general y del globalismo multipolar no financiero en particular, porque en las economías emergentes conviven en 2017, en especial en el Asia-pacifico, las transnacionales financieras globales y las grannacionales universales. Todo lo cual marca que la escala del umbral de poder mundial es el Universalismo/Globalismo. La escala nos muestra cual es la magnitud de poder en la cual se produce/realiza poder/valor. Es el espacio más probable que triunfe a partir del conflicto interno entre las dos fracciones de capital financiero que se agudiza con el proyecto de un nacionalismo industrialista de Trump.
Hoy parece no haber margen para el poder de un nacionalismo industrialista, en el límite sí podría haberlo para un continentalismo militarista norteamericano, solo por el poder militar del complejo industrial militar y su amenaza de guerra termonuclear. Depender de este único instrumento de poder no le da status de muy probable. El nacionalismo industrialista tampoco podría ser contenido/subsumido por el continentalismo financiero militarista porque el primero necesita negar toda posibilidad de su despliegue como tal, pues lo fragmentaria.
El nacionalismo industrialista antioligárquico solo podría ser contenido/subsumido por el universalismo multipolar industrialista de los BRICS y del Humanismo ecuménico-interreligioso. Porque su desarrollo es necesario para este, lo que no podría desarrollar es ser su motor y país central. En la misma situación se encuentra Alemania, Francia y la UE. Esta posición tiene historia y base social en EE.UU. en aquellos que siguen a Thomas Jefferson, y su lucha contra el imperialismo británico, y a F.D.Roosevelt, y su ley Glass Steagall contra la banca financiera angloamericana en la Reserva Federal.
  •        Estamos ante un momento crucial en la historia.

Nos encontramos en una situación donde las fisuras del globalismo neoliberal se hacen cada vez más evidentes y la “inseguridad” acerca de la estabilidad del sistema capitalista como tal crece. En un mundo donde no solo caben cada vez menos ciudadanos, sino también importantes fracciones de capital financiero dentro de los propios EUA como nación hegemónica quedan excluidas, pueden desembocar en un proceso de desgaste del propio proceso de globalización e incluso del capitalismo como sistema. Tarde o temprano el rumbo de la economía tiende a reorientarse hacia una re-regulación económica a nivel mundial.
En el marco de un mundo multipolar no hay subordinación de unas naciones por otras ni la subsunción de todas a un Estado global. Si Rusia y China reivindican a ultranza algo para un mundo multipolar, es precisamente la soberanía nacional. El papa Francisco reivindica a nivel espiritual el respeto de cada religión por la otra y la convivencia ecuménica entre las mismas.
Las dos concepciones se refuerzan. No vemos que el proceso de acumulación de capital tenga larga vida a partir del mundo multipolar cuando apuestan con la ´Nueva Ruta de Seda´, a una especie de proyecto desarrollista productivo a escala mundial desde las periferias. Es una salida al menos temporal donde hay lugar para todos los capitales, hasta el capital de los EUA y con Trump podrían entrar.
La gran pregunta que nos hacemos es si una vez concluidas las grandes obras de infraestructura en EUA y con la Ruta de Seda, si estas inversiones encadenan o no un próximo ciclo de reproducción del capital. Nosotros creemos que el escenario más probable es que no-encadenarán, como hemos señalado en nuestro libro “Geopolítica de la Crisis Económica Mundial”. De ser así la transición hacia el post-capitalismo estaría en proceso.
Los cambios de fondo nunca se procesan en períodos de calma sino en medio de tempestades que ponen todo patas arriba. Uno de los más importantes problemas que enfrenta la lucha emancipadora en las últimas décadas es la subordinación de los movimientos anti-sistémicos al capital financiero globalista.
La elección de Donald Trump es una de las insubordinaciones políticas más espectaculares que, en conjunto con Brexit y otros menos llamativos, apuntan a un colapso de la hegemonía neoliberal. Aun cuando difieren en ideología y objetivos, esos motines electorales comparten un blanco común: rechazan la globalización de las grandes corporaciones, el neoliberalismo y el establishment político que los respalda. Sus votos son una respuesta a la crisis estructural de esta forma de capitalismo, crisis que quedó expuesta por primera vez con el casi colapso del orden financiero global en 2008.
La victoria de Trump no es solamente una revuelta contra las finanzas globales. Lo que sus votantes rechazaron no fue el neoliberalismo sin más, sino el neoliberalismo progresista. El neoliberalismo progresista es una alianza de las corrientes dominantes de los nuevos movimientos sociales (feminismo, antirracismo, multiculturalismo y derechos LGBTQ) por un lado y, por el otro, el más alto nivel de sectores de negocios “simbólicos” y de servicios (Wall Street, Silicon Valley y Hollywood).
En esta alianza, las fuerzas progresistas se han unido efectivamente con las fuerzas del capitalismo cognitivo, especialmente la financiarización. Ideales como la diversidad y el “empoderamiento”, que en principio podrían servir a diferentes propósitos, ahora dan lustre a políticas que han resultado devastadoras para la industria manufacturera y para lo que antes era la clase media (Nancy Fraser, Trump o el fin del neoliberalismo progresista, Rebelión, 23 de enero de 2017).
El neoliberalismo progresista se desarrolló en los EEUU durante estas tres últimas décadas y fue ratificado por el triunfo electoral de Bill Clinton en 1992. Clinton fue el principal organizador y abanderado de los “Nuevos Demócratas”, el equivalente estadounidense del “Nuevo Laborismo” de Tony Blair. Clinton tiene una pesada responsabilidad en el debilitamiento de las uniones sindicales, en el declive de los salarios reales, en el aumento de la precariedad laboral y en el auge de las familias con dos ingresos que vino a substituir al difunto salario familiar. Cubrieron el asalto a la seguridad social con un barniz de carisma emancipatorio, tomado prestado de los nuevos movimientos sociales.
Al identificar “progreso” con meritocracia -en lugar de igualdad-, se equiparaba la “emancipación” con el ascenso de una pequeña elite de mujeres, minorías y gays “con talento” en la jerarquía empresarial basada en la noción de “quien-gana-se-queda-con-todo” (validando la jerarquía en lugar de abolirla). Esa noción liberal e individualista del ´ser progresivo´ (´homo oeconómicus´ del siglo XXI) fue reemplazando gradualmente a la noción emancipadora, anticapitalista, abarcadora, anti-jerárquica, igualitaria y sensible al concepto de clase social que había florecido en los años 60 y 70.
El resultado fue un “neoliberalismo progresista”, amalgama de truncados ideales de emancipación y formas letales de financiarización. Ante sus ojos, las feministas y Wall Street eran aves de un mismo plumaje, perfectamente unidas en la persona de Hillary Clinton (Ibid).
Para los de abajo, la llegada de Trump al gobierno de la mayor potencia del mundo, es síntoma de descomposición del sistema que nos afecta como los latigazos de una tormenta. Es en medio del caos sistémico como nos empeñamos en construir lo nuevo, con todos los riesgos que eso implica, pero con la voluntad intacta (Raúl Zibechi, La oportunidad Trump, Rebelión, 10 de febrero de 2017).
Concluyendo, el globalismo financiero imperial está en un momento de crisis, que es lucha y confrontación estructural. No ha muerto y la lucha interimperialista que forjó y desarrolla contra el continentalismo financiero con base en EE.UU. y el TLCAN sigue su curso bajo otras condiciones, formas y modos.
El relato ideológico del neoliberalismo y el neoprogresismo globalista ha sufrido un duro golpe, al haberse mellado su halo determinista de neo-destino manifiesto global. No ha muerto, pero ha perdido toda su potencia discursiva virginal de “tercera vía”. Seguramente hará todo un gran intento por retornar con aureolas remozadas. La historia no se repite, salvo como farsa, la crisis actual debate su superación a veces bajo la forma de reacción.









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