lunes, 3 de abril de 2017

Globalización económica


La globalización económica es un arma de doble filo. Cuando la economía mundial se encuentra en una fase de decadencia, es inevitable que se hayan agudizado las contradicciones entre la intensificación del crecimiento y la asignación, entre el capital y el trabajo, y entre la eficiencia y la equidad. Sin embargo, desde una perspectiva histórica, la globalización económica es un resultado lógico de las necesidades objetivas del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad y un resultado inevitable del progreso científico y tecnológico. La globalización proporciona un fuerte impulso al crecimiento económico mundial, y promueve el flujo de bienes y capital, el progreso de la tecnología, la civilización y los intercambios entre los pueblos de todo el mundo. Afrontar el problema, tener iniciativa y llevar a cabo una gestión adecuada ayudan a liberar los efectos positivos de la globalización económica; seguir la tendencia y combinar las condiciones nacionales son la vía y el ritmo para la correcta integración de la globalización; hacer hincapié en la eficiencia y prestar atención a la igualdad hacen que diferentes países, diferentes sectores y diferentes grupos de personas compartan los beneficios de la globalización económica, y esta es la opción correcta que dirige la globalización económica por el camino correcto.

¿La manera de controlar los problemas crónicos de la globalización económica beneficia más o menos a los países y a los pueblos? Solo insistiendo en impulsar la innovación, creando un modelo dinámico de crecimiento, atreviéndose a innovar y teniendo valor para transformar se puede romper el cuello de botella del desarrollo y el crecimiento económico mundial. Solo insistiendo en la coordinación sinérgica, creando un modelo de cooperación abierto y de beneficio mutuo y compartiendo las oportunidades y frutos en la apertura se pueden lograr los beneficios mutuos. Solo adhiriéndose a los tiempos, creando un gobierno justo y razonable, y haciendo que el sistema de la gobernanza global se adapte a las nuevas exigencias de la situación económica internacional se puede proporcionar una protección efectiva a la economía global. Debe destacarse que para lograr un reequilibrio del proceso de la globalización económica y alejar a la economía mundial de los peligros es responsabilidad de los líderes de todos los países, pero también la esperanza de todos los pueblos. Estableciendo firmemente una comunidad de destino común, trabajando juntos y superando la crisis podremos hacer del mundo un lugar mejor, y a la gente más feliz.

Fuente: http://www.elperuano.com.pe/noticia-promover-globalizacion-economica-52865.aspx

Se ha abierto el debate acerca de si la Globalización ha muerto, si está viva, moribunda, incluso si es o no es. Consideramos importante e imprescindible participar de este debate iniciado por el compañero García Linera porque nos permite y obliga a tratar uno de los temas de mayor centralidad y actualidad, y de alto impacto político estratégico su comprensión y resolución. En este sentido haremos nuestras reflexiones y consideraciones siempre desde el lugar del más profundo respeto reconociendo en él no sólo su capacidad científico-académica para tratar el tema sino, fundamentalmente su legitimidad política para llevarlo a cabo.
Este debate se abre justamente en un momento en que la crisis estructural del capitalismo (que se manifiesta en un avance lento, freno e incluso retroceso de las diferentes áreas del mundo en términos de crecimiento de PBI y por ende, cierres de fábricas, crisis bursátiles, disminución de los flujos de comercio, corridas cambiarias, fuga al oro, aumentos flagrante de la pobreza y la indigencia, coeficiente de Gini creciendo, aumento de la dinámica de las migraciones, pérdidas de calidad en el empleo y desempleo crecientes) se profundiza hasta llegar a hacer visibles opciones alternativas al sistema capitalista.
Estamos, en otras palabras, en una fase de transición hacia otras formas de poder, valor y estado, que incluye incluso el escenario de un post-capitalismo, cuyo tiempo de duración es difícil de estimar y cuya alternativa aún está abierta. Una batalla entre las fracciones más poderosas del capital financiero transnacional justo en el centro de poder del capitalismo (Estados Unido de América –EUA-), que luego de la batalla de Alepo pierde posibilidad de poder hacerlo escalar y exportarlo a escenarios más complejos (China, Rusia, India, etc.), lo cual deja entrever que el escenario real del conflicto puede situarse en los EUA, manifestándose primero como una gran profundización de la crisis, como crisis político institucional e incluso de enfrentamientos entre facciones armadas.
Los hechos político institucionales que abren este debate son la victoria de Trump y del Brexit. Hechos que suceden en EE.UU. y en Gran Bretaña justamente y que irradian la desesperanza globalista y con ello la esperanza en la “desglobalización”. Hechos que nos muestran triunfos electorales de nacionalismos que claman por una reindustrialización nacional (y/o trabajo nacional) de potencias imperiales que parecen ya no ser. Nacionalismos que son observados y propagados como fascismo-nazismo por los comunicadores pro-globalistas.
El intento del capital financiero globalizante y sus medios de comunicación dominantes (CNN/BBC/Euronews/Al Jazzera/Bloomberg, etc) es estigmatizar a la alternativa industrialista nacionalista de Trump como nacionalismo-fascista, para reivindicar el lugar de antifascistas para sí, cuando “jueguen” a la corrida o crisis financiera. Crisis que ellos mismos crearan y que presentarán como el resultado de tal nacionalismo fascista y nos propondrán la opción que sólo un Estado Global podrá evitarla o corregirla. Los globalistas aún están en posición de provocar la crisis financiera, con un fuerte aumento en las tasas de interés a través de la Reserva Federal, que hasta febrero de 2018 estará bajo su control.
En la crisis de los años treinta, con la lucha también entre facciones imperialistas que llevan el crac de la bolsa de valores de nueva york y a la quiebra de muchas empresas, el liberalismo tocó fondo, pues ya no servía más a la burguesía “expansionista”. Al fracasar, el liberalismo fue sustituido por un proteccionismo de corte nacionalista en los países centrales que se retrasaban en sus condiciones para dar el salto a la nueva situación, escala y composición orgánica.
Los que avanzaban se llamarón el bando de los “Aliados”, “Democráticos”, y los que se retrasaban fueron llamados “el Eje”, “Fascistas”. Crisis, división y lucha de poder que recorría y fragmentaba a todos y cada uno de los países. No hay un solo país central o metrópolis en la cual no encontremos la fractura del capital financiero imperialistas en estos dos “bandos”. La diferencia de a qué “bando” pertenecía cada país se definió por la fracción de capital financiero que fue hegemónico.
Quedan por fuera de estos “bandos” de capital financiero y su caracterización, los países dependientes, periféricos, semicoloniales, coloniales o subdesarrollados. Los cuales fueron solo parte auxiliar, subordinada y oscilante en estos “bandos” según las circunstancias centrales del capital financiero. Y según los momentos en los cuales su posición de estar alineado o neutral (lo cual implicaba un alineamiento) beneficiaba a cada nación dependiente en su desarrollo con proyecto estratégico propio, lo cual siempre se manifestó como un nacionalismo industrialista de país dependiente, un nacionalismo industrialista popular antimperialista. Lo cual siempre los enfrentó a ambos bandos del capital financiero.
En el “bando financiero del eje/fascista” formo parte: Alemania, Francia, Italia, Japón, España, Portugal, etc. En estas se construyó un poder estatal corporativo, burocratizado, militarizado, autoritario y antidemocrático, que rechazaba el parlamentarismo, basado en el mismo individualismo atomizador que caracterizaba al liberalismo económico y que también caracteriza al neoliberalismo de mercado. En el “bando financiero aliado/democrático” formó parte EUA, Gran Bretaña, Francia, Italia, España, etc. Donde al igual que en los países del bando fascista se militarizo la sociedad civil, se clausuró todo parlamentarismo, medios de comunicación y movilizaciones sociales. Porque el enfrentamiento entre fracciones de burguesías financieras al pasar de la guerra económica-financiera a la guerra militar, conllevó la militarización de todas las sociedades civiles, la clausura de todo liberalismo político formal en función de la acumulación capitalista y en todas el Estado se centralizó en administrar esa acumulación.
El gran negocio capitalista, para los bandos en pugna, fue la guerra misma, como motor de acumulación acelerada y en la batalla militar solo se definió la fracción financiera ganadora. Esto permitió y obligó siempre al despliegue en todos los gobiernos financieros en los países centrales, de una política populista y corporativa. La burguesía financiera capitalizaba mediante el “populismo”, las demandas sociales de inclusión corporativa de la base social en un proyecto de Estado Corporativo (un estado burocratizado-militarizado). La no exclusión de los elegidos de la nación dependía de la no exclusión de la burguesía en la competencia internacional. Solo en las naciones periferias dependientes, etc. los gobiernos tuvieron espacios, aunque limitados, para desarrollar políticas populares que incluían con actores políticos centrales a los pueblos y como objetivo desarrollar soberanía política, económica, cultural, social y estratégica.
En el mundo actual, donde la crisis y una gran depresión se manifiestan cada día más, el enfrentamiento entre las dos mayores fracciones del capital financiero transnacional tiene lugar en un mismo país: los EUA.
Este conflicto se da de modo principal dentro de EUA y no entre naciones. Aparece como un enfrentamiento entre EUA y China, lo que principalmente sucede en EUA. A partir del proceso de globalización, la fracción del capital financiero globalista en su avance procura crear e imponer el Estado global, su forma Estado, que subordina a todas las naciones incluso a los EUA. Para ese capital financiero global el mundo no solo ya dejó de tener fronteras nacionales, sino que tampoco cuenta con ciudadanos, como sí era aún el caso en los años treinta. El Estado global sin fronteras ni ciudadanos consiste en las llamadas redes financieras globales con su red de empresas transnacionales (ETN´s) y cities financieras. Las fuerzas en pugna buscan hoy estar por encima de todos los pueblos y de todas las naciones y quien constituye un peligro real para el retorno del nazismo es el mismo capital financiero globalizante.
Para una economía de mercado a ultranza, como la globalización, sólo existimos y tenemos razón de existir en tanto que intercambiemos nuestro (fuerza de) trabajo por dinero. En la visión (neo)liberal, los derechos sociales y nuestra ciudadanía no se desprenden de una visión que parta de la totalidad, sino que parecen nacer a partir del intercambio y dentro de los límites de éste. En la visión neoliberal a ultranza, el desempleado crónico y los excluidos tienden a perder todos los derechos. Los derechos de ciudadano no se derivan del hecho de ser miembro de una sociedad que se define a priori como nación o pueblo. Somos miembros de la sociedad en tanto y en la medida en que participemos en el mercado (en tanto somos proveedores de bienes y servicios, piezas y partes para ser ensambladas por las ETN´s Globales).
A partir de esta visión, los derechos como ciudadanos se crean y perecen dentro de los límites del mercado, y no surgen o se pierden con base en el hecho de que seamos miembros de una nación, sociedad o comunidad humana. Sólo somos y tenemos realmente derecho de existir en tanto que intercambiemos nuestro (fuerza de) trabajo en el mercado. Aquella población excluida que no intercambia su (fuerza de) trabajo en el mercado y se ve privada de forma paulatina de todo derecho económico y social, pierde ciudadanía. En un mundo donde no haya lugar para ciudadanos, los excluidos constituyen una amenaza creciente para la totalidad y tienden a perder incluso el derecho a la vida, o sea, son tendencialmente eliminables-exterminables. De este modo la lógica neoliberal culmina, en su extremo, en una concepción nazi/fascista.
Un gran dilema para el capital financiero globalizado es que en un conflicto geopolítico entre intereses de fracciones de capital financiero a nivel mundial difícilmente podrá prescindir de la mediación política de estados con fronteras y primero que nada de la mediación con el Estado norteamericano. Esta batalla se está dando en este momento y podría conllevar a la profundización de la crisis no solo del proceso de globalización, sino del sistema capitalista como tal.
Todo proceso de crisis estructural es un proceso complejo de luchas, confrontaciones y debates, en donde una heterogeneidad de actores capitalistas que avanzan y se retrasan, van dando el tono a la puja de intereses y que, además, en un momento generan espacios de insurgencia para actores no-capitalistas.
Lo alentador es que surge una discusión acerca de la sociedad en que vivimos y el lugar de los seres humanos en ella. Esta reflexión es fundamental para dar respuestas reivindicativas ante la progresiva exclusión. La exclusión significa pérdida de lugar y de identidad, y la crítica a la misma puede conducir a la reivindicación de una sociedad con lugar para todos. Ello implica cuestionar el sistema excluyente. Sin embargo, una crisis de identidad no significa, a priori, una crisis de legitimación del sistema. Puede también desarrollarse una posición crítica sobre la legitimidad de la exclusión, sin que implique poner en duda la legitimidad del sistema. Lo segundo suele anteceder a lo primero.
El peligro de reivindicar la legitimidad de la inclusión sin cuestionar al sistema es que conduce rápidamente a una “legitimación” de la exclusión del otro. Con ello no se enfrenta el problema de la exclusión en su raíz. Más bien ocurre lo contrario. Al sustituir una modalidad de exclusión vía el mecanismo del mercado, por otra vía, la pertenencia o no a determinada nacionalidad, condición social, religión, raza, género, cultura, etc., se deshumanizan aún más todavía las relaciones, sociales.
Los seres humanos no se solidarizan para reivindicar una sociedad donde haya lugar para todos sino, por el contrario, se enfrentan los unos a los otros para acaparar los cada vez más escasos lugares. Ante el miedo de perder su lugar, pueden reclamar con fuerza creciente su inclusión, aunque sea a costa de ciudadanos de otros países (inmigrantes, refugiados) religiones (musulmanes), etc.
Al encaminarse hacia un mercado unificado con un Estado global se debilita la identificación de los ciudadanos con este nuevo espacio económico. La realidad para los ciudadanos es que el proceso de regionalización (Unión Europea, NAFTA) y mundialización ha dado lugar a una formidable concentración de capital y riqueza en pocas manos a costa de una exclusión progresiva. El resultado de ello no es el desarrollo de una mayor identificación con el mercado crecientemente abstracto (ser ciudadano se reduce a ser consumidor de productos, servicios, espectáculos electorales, noticias prefabricadas a menudo falsas, opiniones doctrinarias, etc.).
El resultado es más bien la identificación con una comunidad más concreta, y más antigua (la nación o incluso la localidad) donde en el pasado hubo más derechos económicos y sociales, y vida aparentemente más digna, aunque los espacios objetivos para que triunfe el capital sobre la base de ese retorno sean casi nulos. La regionalización y mundialización de la economía así como la integración de bloques económicos (UE y NAFTA) conducen así, de forma contradictoria, a tendencias nacionalistas y hasta separatistas basadas en razones extraeconómicas. He aquí el motivo del éxito de Brexit y de la victoria de Trump y la crisis consecuente para el capital financiero globalizante. He aquí la tarea difícil de la administración Trump.
Fuente: http://kaosenlared.net/globalizacion-desglobalizacion-capital-y-crisis-global/

La desglobalización:

A la cadena que conecta el andamiaje legal de la globalización con los registros locales le le faltan varios eslabones..

La “desglobalización” no está representada solamente por el ‘brexit’ o el creciente proteccionismo estadounidense.
Es una actitud negativa contra la globalización promovida por diversos movimientos autónomos y antagónicos tales como el antiuniversalismo occidental en Eurasia, el antifederalismo en Europa Oriental, el neomarxismo tipo Piketty en Europa Occidental y el terrorismo del Estado Islámico en el Medio Oriente.
Avanza porque crece la percepción de que la economía globalizada genera desigualdades intolerables entre la gente, las clases sociales, las naciones y las civilizaciones. Para combatir la desigualdad se postula que los gobiernos recuperen sus derechos soberanos a restringir fronteras nacionales y así reducir el comercio internacional.
Si bien la globalización ha producido desigualdades, no hay que olvidar que responde al noble ideal de lograr que los pueblos aprendan, a través del intercambio internacional y por encima de sus diferencias, a identificarse con la humanidad entera. Por eso vale la pena averiguar si la desigualdad es inherente a la interdependencia global o si responde a un privilegio que se puede masificar y compartir.
Pues es lo último. Lo que caracteriza los grandes logros y desigualdades –a medida que durante los últimos 70 años nos íbamos entrelazando a través de centenares de tratados de inversión y de libre comercio– es que solo unos pocos lograron identificar y mantener en registros consolidados sus activos sueltos y de escaso valor local para combinarlos en paquetes que generan un alto valor agregado en mercados globales, y luego capturar ese valor en documentos fáciles de monetizar cuando y donde convenga.
Sin documentación organizada y estandarizada que permita comparar y seleccionar los ingredientes de combinaciones complejas, los alemanes no podrían juntar los insumos provenientes de diez países distintos y convertirlos en un lápiz, los suizos el centenar de piezas necesarias para ensamblar un reloj mecánico y los estadounidenses los miles de cosas que se deben vincular para construir el Internet.
Estos mismos documentos permiten financiar las combinaciones cuando se otorgan como participaciones a cambio de inversiones, como prenda para garantizar un crédito o como credenciales para recibir servicios públicos –agua, energía y telecomunicaciones–.
Ahora, en cuanto a la desigualdad: mi organización ha determinado que los activos de aproximadamente 5.000 millones de personas –de una población mundial de 7.300 millones– no se encuentran documentados de una forma tal que sus dueños puedan hacer combinaciones sofisticadas ni capturar la plusvalía que generarían.
La cadena legal y la cadena informática
Aquello no se debe a que los tratados internacionales, constituciones y leyes nacionales que componen el andamiaje de la globalización en cualquier país discriminen entre unos y otros. En principio, todos tenemos el derecho de combinar y crear valor. Pero, en la práctica, a ras del suelo –ya sea en Cajamarca, Perú o en Ulán Bator, Mongolia– a ninguna de los 5.000 millones de personas le han actualizado los registros y la documentación con los cuales hacen sus tratos localmente para que estas instituciones contengan y provean la información y los instrumentos requeridos para operar globalmente y construir combinaciones de alto rendimiento.
La razón es que a la cadena legal y administrativa que conecta el andamiaje legal de la globalización con los registros que se manejan localmente le faltan varios eslabones. Dada la lentitud del proceso legislativo, crear uno por uno los eslabones legales faltantes podría demorar cien o más años (si tomamos en cuenta el tiempo que les tomó a los europeos, norteamericanos y japoneses a través de los siglos XIX y XX democratizar la información pública y el acceso a los instrumentos que permiten combinar).
Pero hoy existe un camino más rápido: considerar los eslabones que faltan no como partes de una cadena legal sino como partes de una cadena de conocimiento. La idea es permitir que los documentos que tienen autoridad deóntica local pero que todavía no han sido estandarizados para hacer combinaciones globales, sean descritos digitalmente de una manera que puedan ser entendibles a nivel global. Mi organización, el ILD, sin el apoyo de las tecnologías de información que hoy existen, aprendió a hacer estas cadenas y con ello logró insertar a millones de personas en las economías globalizadas.
Pero no basta, hoy el mundo necesita incorporar a miles de millones de personas y eso requiere de un proceso masivo y altamente automatizado. Por eso, hace más de un año estamos tratando de ver cómo capturamos de manera automatizada y masiva los valores locales y los encadenamos a través de eslabones informáticos a los acuerdos internacionales, para que los no globalizados puedan, desde ahora, aprovechar o defenderse de la globalización.
Recientemente hemos logrado dos cosas importantes que estamos divulgando y poniendo a prueba en Estados Unidos y Europa. Primero, hemos desarrollado una fórmula sencilla para identificar, recabar y juntar automáticamente en 21 tipologías, y luego almacenar todos los registros no globalizados que existen en cualquier país, en una sola plataforma que es compatible con estándares globales.
Segundo, hemos comprimido en unos 30 indicadores binarios las preguntas que las computadoras deben hacer a los registros no globalizados para identificar cuáles son los eslabones que les faltan y, si el Estado no puede o no sabe cómo proveerlos, incorporarlos en “contratos inteligentes” (Smart Contracts) para facilitar un buen entendimiento entre empresas globales y colectividades locales.
Toda la información obtenida en este proceso ha sido pensada para ser almacenada en una plataforma blockchain, que hoy en día es uno de los múltiples softwares de acceso abierto capaz de proporcionar un alto grado de seguridad a la información almacenada y que además permitiría llevar a cabo combinaciones de gran volumen a bajo costo y gran velocidad. Pero el proceso podría utilizar cualquier otro sistema de almacenamiento que cumpla con las condiciones de seguridad, volumen y rapidez. 
El secreto no está en el software sino en las fórmulas para identificar, capturar y traducir de un lenguaje legal a un lenguaje digital los múltiples derechos soberanos, de propiedad y de palanqueo desparramados en registros locales a lo largo y ancho de un país, para poder compatibilizarlos y describirlos de tal manera que sus emprendedores los puedan combinar productivamente en mercados de gran escala y así crear las plusvalías hoy reservadas a muy pocos. 
El mérito de la tecnología de información es que al desagregar en categorías simples el lenguaje oligárquico en el cual nos expresamos abogados, economistas y brokers culturales, se logra democratizar el acceso al mercado. No es poca cosa: podría ser que el idioma que nos globalice no sea el inglés sino un lenguaje binario automatizado. 
Posdata para el Perú
Al momento de escribir estas líneas, Project Syndicate está divulgando este artículo en varios idiomas en todo el mundo. Mientras tanto, pienso en la mayoría de peruanos que vive, trabaja y se expresa en los miles de idiomas y los distintos contratos sociales que subyacen en la informalidad, entre ellos: los nuevos territorios soberanos y desglobalizados que se están formando desde Madre de Dios hasta Cajamarca, y en los dos centenares de colectivos que mensualmente recurren a medidas de fuerza y mesas de negociación política porque la legislación globalizada del país no tiene cómo entenderlos y atenderlos.
Fuente: http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/blockchain-contra-desglobalizacion-hernando-soto-noticia-1934231

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