El recurso más valioso
SE NECESITA UN NUEVO ENFOQUE EN
LAS REGLAS ANTIMONOPOLIO PARA ADECUARLAS A LAS ECONOMÍAS DE DATOS.
Un
nuevo commodity está impulsando el rápido crecimiento de un sector lucrativo,
provocando la intervención de los reguladores antimonopolio a fin de contener a
quienes controlan su flujo. Hace un siglo, ese recurso era el petróleo, pero
hoy, el que despierta similares inquietudes es la data. Los titanes del negocio
–Alphabet (casa matriz de Google), Amazon, Apple, Facebook y Microsoft –
parecen imparables.
Son las cinco compañías con mayor
valorización del mundo y sus ganancias están al alza: en el primer trimestre,
registraron utilidades netas por US$ 25,000 millones. En Estados Unidos, Amazon
obtiene la mitad de todas las ventas online, y Google y Facebook capturaron
casi todo el crecimiento de la publicidad digital el año pasado.
Tal dominio ha hecho sugerir pedidos para
que estas gigantes se escindan, como
ocurrió con Standard Oil a principios del siglo XX. Los expertos han opinando en
contra de una medida drástica. Es que el tamaño en sí no es un delito y el
éxito de las gigantes de la data ha beneficiado a los consumidores, aparte que
ninguna enciende las alarmas cuando se aplican las pruebas antimonopolio
estándar.
Sin embargo, hay motivos para preocuparse.
El control en el manejo de la data que ejercen las compañías de Internet les
otorga un enorme poder. El viejo pensamiento sobre la competencia, concebido en
la era del petróleo, se ve desfasado con respecto a la “economía de datos”, así
que se necesita un nuevo enfoque.
¿Qué ha cambiado? Los smartphones y la
Internet han convertido la data en abundante, ubicua y mucho más valiosa. Casi
cualquier actividad que alguien realice crea una huella online –más materia
prima para las “destilerías” de datos-. Y a medida que dispositivos como
relojes y autos se conectan a Internet, ese volumen aumenta.
Esta abundancia ha redefinido la
competencia. Las gigantes tecnológicas se benefician de los efectos de red: al
reunir más data de sus usuarios, una empresa tiene más espacio para mejorar sus
productos, lo cual atrae a más usuarios y así generar más data. Es el caso de
Tesla (fabricante de vehículos autónomos), que aunque solo vendió 25,000
unidades en el primer trimestre, ahora está mejor valorizada que GM, que vendió
2.3 millones. En suma, la vastedad de datos puede actuar como in foso
perimétrico de protección.
El acceso a la data también sirve para proteger
a las gigantes del surgimiento de alguna startup o de un cambio tecnológico
inesperado. Es que sus sistemas de vigilancia abarcan toda la economía: Google
puede ver lo que la gente busca, Facebook, lo que comparte y Amazon, lo que
compra; poseen tiendas de apps y sistemas operativos, y alquilan potencia
computacional a las startups.
Son como “el ojo de Dios”. Por ejemplo, saben
si un nuevo producto o servicio gana tracción, lo que les permite copiarlo o
comprar la startup que lo desarrolla antes que se convierta en una amenaza. Muchos
piensan que la adquisición que Facebook hizo de Whatsapp por 22,000 millones en
el 2014, cae dentro de esta categoría. Es que la data puede suprimir la
competencia al proporcionar sistemas de alerta temprana y barreras de entrada.
La naturaleza de la data hace que los
remedios antimonopolios convencionales sean poco útiles. Por ejemplo, una
partición de Google no detendría los efectos de red y con el tiempo, una de la
mini.Google volvería a dominar su mercado. Lo que se requiere es un cambio
radical y a medida que surgen los lineamientos de un nuevo enfoque, sobresalen
dos ideas.
La primera es que las autoridades
antimonopolios necesitan dejar la era industrial y adecuarse al siglo XXI. Por
ejemplo, consideran el tamaño para determinar su intervención en fusiones, pero
ahora tendrán que considerar la magnitud de la data como activo intangible al
evaluar el impacto de esos procesos. El precio de adquisición también podría ser
una señal de que la operación es para eliminar un rival potencial. En esta
medida, el deseo de Facebook de pagar tanto por WhatsApp, que no tenía ingresos
para sustentar tal monto, hubiese encendido las alarmas.
Los reguladores también deben profundizar
sus conocimientos sobre la data para sus análisis sobre la dinámica del
mercado, por ejemplo, el uso de simulaciones para detectar algoritmos que
intervienen en la fijación de precios, o para determinar cómo promover mejor
competencia.
La segunda es reducir el poder sobre la data
tienen los proveedores de servicios online y otorgar más control a quienes la
proporcionan, es decir, obligar a las compañías a revelar qué información
poseen y cuánto dinero obtienen de ella. Los gobiernos podrían incentivar
nuevos servicios abriendo el acceso a sus bases de datos o administrando partes
cruciales de la economía de datos, como infraestructura pública. También
podrían exigir la compartición de cierta data, con el consentimiento de los
usuarios –la Unión Europea lo está haciendo con los bancos-.
No
será fácil adaptar la regulación a la era de la información. Habrá riesgos,
como la amenaza a la privacidad, pero si los gobiernos no quieren que la
economía de datos esté dominada por unos pocos gigantes tienen que actuar
pronto.
The
Economist
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