JULIO IKEDA-SAN FERNANDO
El patriarca de los Ikeda no nació en el Perú, pero sí demostró durante toda su vida que quería a este país mucho más que el promedio.
Julio Ikeda (padre) llegó desde Japón a los 15 años, en 1927, y como la mayoría de los nipones que arribaron al Callao en aquella época, su primer trabajo fue de agricultor en el ‘Norte chico’.
Comenzaba a tener relativo éxito como pequeño empresario cuando en 1944, producto de la II Guerra Mundial, el gobierno peruano lo deportó a Estados Unidos, junto a buena parte de la colonia japonesa en nuestro país.
Pese a esa experiencia, decidió volver y fundar aquí San Fernando, el que hoy es el grupo más importante de la industria de alimentos a escala nacional.
Pasó de vender menos de 50 patos por mes a inicios de la década del 50 a más de un millón cuando comenzaba el 2000. Hoy el grupo San Fernando está a cargo de su hijo e inicia un ambicioso plan para consolidarse en la industria alimentaria del país.
Primero fue el huevo, después el pollo
De regreso al Perú la familia Ikeda solo encontró muchos problemas, no tenían de qué vivir, la situación era tan dramática que un familiar tuvo que brindarles posada en una casa de Chorrillos. El matrimonio ya tenía el tercer hijo, Alberto. Sentado y con fotos amarillentas echadas como naipes en su escritorio de presidente de directorio de San Fernando, Julio hijo recuerda hoy esos días: "Mi papá daba vueltas encima de la cama como un perrito llorando, se preguntaba qué hacer, cómo nos iba a mantener".
En esos años los japoneses en el Perú tenían pocas alternativas para trabajar, podían ser peluqueros, abrir un bazar, un restaurante o ser granjeros. A don Julio se le cruzó en el camino un primo que le propuso criar aves. En 1948, con 35 patas madres y 4 patos machos reproductores el patriarca de los Ikeda empezó un negocio con el cual solo esperaba tener algo de dinero para mantener a sus hijos.
Fernando, el último de la dinastía, había nacido ese año. Un terreno en la avenida Atocongo, la actual avenida Tomás Marsano, se convirtió en su granja y hogar, una casa de adobes fue el refugio.
Don Julio hijo no recuerda de qué vivieron durante todas las semanas que demoró la producción de patos. Pero alguna luz iluminaba ese pequeño negocio, luego de vender patos, la familia se dio cuenta de que también podían ingresar a la crianza de gallinas y empezaron la producción de huevos. Durante quince años subsistieron de patos y huevos, casi no había ganancia. Para entonces, don Julio y sus hijos mayores repartían sus productos por bodegas y mercados de San Isidro y La Parada.
De tanto caminar por Lima y ya metido en el negocio, el joven Julio hijo se dio cuenta de una nueva moda culinaria: cada vez se consumía más pollo a la brasa. No lo pensó dos veces y en 1963los Ikeda adquirieron 468 pollitos. Después de venderlos tuvieron ganancia. Desde entonces la producción de pollos no se detuvo.
Pasaron a tener mil pollos, luego 2000, después 3000. Tuvieron que buscar un terreno en Lurín para seguir creciendo. Pero el año 68 una crisis de precios y una peste desplumaron su pequeña empresa. Los Ikeda se quedaron sin capital.
Con la garantía de su buen trabajo un amigo les vendió cuatro mil pollitos a crédito. Para esa época el ave ya volaba sobre las mesas limeñas, incubaba un proceso de masificación. Dos años después, los Ikeda tenían ocho mil pollos en sus tres galpones, el último lo había construido Alberto –ingeniero industrial– en Chilca. Máximo y Fernando se dedicaban a la producción mientras que Julio comercializaba.
Salieron del cascarón
En 1972 los Ikeda deciden ponerle una marca a sus pollos: San Fernando. "Sonaba bonito, tal vez le pusimos ese nombre por el hermano menor, Fernando", recuerda don Julio hijo. Para fines de esa década la producción de San Fernando era de ocho mil pollos semanales. "Ya éramos importantes, había muchos granjeros pero queríamos diferenciarnos en tener una producción diaria", agrega el mayor de los hijos.
¿Cómo lograrlo? Conversó con otros granjeros para que les vendan su producción de pollos. Hizo una programación para que ningún día dejen de salir aves de la tienda de San Fernando de la avenida Tomás Marsano. A bordo de camionetas y camiones los Ikeda iban por Chorrillos, Cañete, Puente Piedra y otros lugares para comprar pollos y venderlos con su marca. Eso no lo había hecho nadie.
La carrera empresarial ascendente tuvo un punto de quiebre a fines de los setenta, la gigante Nicolini se convierte en la productora más grande de pollos con la ventaja de que ellos eran los mayores productores de alimento para esas aves. Los Ikeda se preocuparon. Julio hijo tenía un terreno en Lurín y le propuso a su hermano Alberto que construya un molino para poder obtener su propio alimento, así sortearon la amenaza.
En el 78 San Fernando producía 700 mil pollos mensuales, dos años después llegó al millón. Con el sistema de granjeros integrados se consolidó como el segundo mayor productor de pollos del país detrás de Nicolini. Para los ochenta, el consumo de pollo en el Perú era como el pan de cada día, en esos años San Fernando hizo famoso su slogan "la buena familia". A fines de los noventa Nicolini dejó la crianza de pollos y vendió su planta de beneficio a San Fernando.
Don Julio hijo dice hoy que esta empresa, con 4800 trabajadores, cien granjas integradas, dos plantas de beneficio con producción de dos mil pollos por hora y que esta Navidad venderá dos millones de pavos, solo ha podido conseguir eso bajo los principios que su padre les inculcó desde pequeños: disciplina, respeto, fortaleza y honestidad. Ese fue el secreto para encontrar a la gallina de los huevos de oro.
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